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viernes, 14 de enero de 2011

Con un ojo en el espacio y otro en los genomas

La población aumenta, crece la expectativa de vida, los sistemas de cómputo mejoran y los hallazgos científicos se suceden cada vez más vertiginosamente. El año que comienza será posiblemente más fructífero que 2010, a juzgar por las tendencias que ya se perfilan
AVANCE. Científicos del Instituto Nacional de Astrofísica, Óptica y Electrónica, en Puebla, están listos para poner en funcionamiento, tras cinco años de pruebas, al Gran Telescopio Milimétrico (GTM) (Foto: )
Viernes 14 de enero de 2011 Guillermo Cárdenas Guzmán | El Universalguicardenas@hotmail.com



A pesar de los retos que enfrentan el conocimiento científico y la tecnología en esta naciente década (cambio climático, escasez de agua y petróleo, extinción de especies, nuevas epidemias, etc.) muchos analistas, como el escritor británico Matt Ridley, creen que el ser humano vive una época dorada como especie.
La población aumenta, crece la expectativa de vida, los sistemas de cómputo mejoran y los hallazgos científicos se suceden cada vez más vertiginosamente. El año que comienza será posiblemente más fructífero que 2010, a juzgar por las tendencias que ya se perfilan. Este es sólo un pequeño atisbo del panorama de la ciencia y sus áreas de impacto en 2011.Astros en la mira
El año en curso ya deja entrever un escenario que luce esperanzador para la ciencia, y en particular para la hecha en México, principalmente en el campo de la astronomía y la exploración espacial. En el primer caso, científicos del Instituto Nacional de Astrofísica, Óptica y Electrónica (INAOE) en Puebla, están listos para poner en funcionamiento, tras cinco años de pruebas, al Gran Telescopio Milimétrico (GTM), una gigantesca antena parabólica que podrá captar radiaciones de baja energía procedentes de todos los rincones del cosmos.
Con este aparato, erigido en la cima del volcán Sierra Negra en Puebla, a 4 mil 500 metros de altitud, los astrónomos podrán observar las galaxias lejanas, que se formaron durante las primeras etapas del Universo, hoyos negros, nubes moleculares, así como nuevos planetas y estrellas. Su principal impulsor, Alfonso Serrano Pérez-Grovas, del INAOE, dará a conocer a fines de este mes las primeras observaciones que se harán con el GTM.
En noviembre, la NASA prevé lanzar un nuevo robot explorador a la superficie ecuatorial de Marte. Se trata del Curiosity, dotado con 11 instrumentos científicos que permitirán analizar el suelo y la atmósfera marciana en pos de compuestos básicos para la vida. En esta misión colabora el investigador mexicano Rafael Navarro González, de la UNAM.
Asimismo, seguirá el rastreo de exoplanetas, cuya lista alcanza ya más de 500, mientras los astrónomos ponen la mira en aquellos que poseean condiciones y tamaños similares al nuestro. Para ello, se apoyarán en telescopios terrestres y, sobre todo, espaciales como el Kepler de la NASA, en órbita desde 2009. La agencia en EU confía en que los detectores altamente sensibles de este instrumento llevarán a la detección de más “tierras” fuera del Sistema solar.
Más genomas
Los logros de la biomedicina y las ciencias genómicas seguirán no sólo con la secuenciación completa de más conjuntos de genes de organismos animales y vegetales, sino también con el estudio de las interacciones entre ellos, así como el de las proteínas para las cuales codifican.
En México, expertos del Centro de Investigación y Estudios Avanzados en Irapuato esperan culminar y dar a conocer la secuencia genómica del frijol común (phaseolus vulgaris), especie cuyo centro de origen es Mesoamérica.
Investigadores del Laboratorio Nacional de Genómica para la Biodiversidad, encabezados por Luis Herrera Estrella, esperan aplicar esta información genética al campo para elevar la productividad del cultivo en México (de sólo 300 kg por hectárea) y generar variedades más resistentes a la sequía o las plagas.
Secretos de la materia
Tras un breve receso por fin de año, el Gran Colisionador de Hadrones (LHC en inglés) estará operando de nuevo hacia el 21 de febrero. Los miles de científicos que trabajan con él, en la sede de la Organización Europea para la Investigación Nuclear en Suiza, continuarán buscando signos del famoso bosón de Higgs, una partícula elemental que de encontrarse ayudaría a completar el rompecabezas que constituye el más aceptado marco de la física moderna: el modelo estándar.
El LHC no será el único colisionador de partículas en busca de las claves últimas de la materia: también el acelerador Tevatron, localizado en el Laboratorio Fermi en Illinois ayudará a los físicos nucleares a tratar de entender qué pasó durante los primeros instantes del universo. Ambos podrían generar sorpresas.

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