PALEONTÓLOGO. Fariña encabeza el equipo de cientificos que investigan los hallazgos en la zona del Sauce, Uruguay. (Foto: MAGDALENA GUTIERREZDPA )
Domingo 03 de abril de 2011 Carlos Castillos | El Universalcultura@eluniversal.com.mx
Al investigador uruguayo Richard Fariña le brillan los ojos cuando afirma, entusiasmado, que tiene “fundado optimismo” como para acreditar, científicamente, la presencia humana en América hace 29 mil años, evidencias que fortalecerían algunas de las teorías aún no aceptadas por los círculos académicos internacionales.
En su despacho de la facultad de Ciencias, ubicada en Montevideo, Fariña guarda decenas de huesos hallados en una zona rural, cercana a Sauce, una población del departamento de Canelones, ubicada a unos 40 kilómetros de la capital uruguaya.
Pero reserva y cuida celosamente una pequeña caja donde asegura que están las evidencias más contundentes que, por ahora no quiere publicar, pues después de recorrer todo el proceso de verificaciones y publicaciones, piensa utilizarlas como el argumento más sólido para convencer a la comunidad científica internacional.
Con su equipo de investigadores, formado por hombres y mujeres jóvenes de la facultad, el paleontólogo uruguayo explica que “desde 1997 se trabaja en el lecho de un arroyo” que, en la primavera y el verano australes se seca y permite entonces trabajar entre los meses de septiembre y marzo, aproximadamente.
“Encontramos allí un yacimiento en el que hay muchos individuos de la megafauna, cuya existencia data de 30 mil años. Hay muchos ejemplares de una especie y representantes de otras. Tres géneros diferentes de gliptodonte, un cráneo de toxodonte, cuya apariencia recuerda al hipopótamo y al rinoceronte pero no está emparentado con ellos, y decenas de huesos desperdigados”, explica.
Hay al menos un individuo de cada una de las tres especies de gliptodontes, uno por lo menos de toxodonte y puede ser que haya más. En total ya son 200 piezas colectadas, pero hay más. “Lo que hicimos fue descubrir todo para tener una imagen de conjunto. De acuerdo a disposición de los huesos se sabrá si murieron de muerte natural, allí o en otro lado y fueron arrastrados por la corriente, o fueron cazados por alguien”.
Fariña explica que si los huesos hubieran sido depositados ahí por la corriente de agua estarían de determinada dirección, pero están dispuestos de manera más caótica.
El paradigma de la colonización
Pero lo más llamativo e importante, según Fariña, es que “muchos de esos huesos tienen marcas que, en un primer estudio, no se descarta que sean producidos por herramientas humanas. Y algunos fragmentos que alientan el optimismo”, agrega. Pero enseguida se contiene y aclara: “Por ahora es lo que puedo decir. No quiero decir antes lo que debo decir después”.
La evidencia de huesos con algunas marcas ya fue publicada y “se supone que son marcas de origen humano, por las características de su morfología, por el tipo de sección o la orientación o disposición del hueso”. Se está investigando también para saber qué tipo de herramienta fue usada, si punzante, cortante u otra.
“¡Este es el hallazgo de mi vida!”, dice Fariña y explica que su trabajo es vocacional y en él invierte su vida y hasta dinero propio.
“Por suerte mi esposa también es paleontóloga y entiende. En casa hablamos del trabajo y en el trabajo, a veces, estamos hablando de cuestiones familiares de manera que se borran los límites entre la vida personal y la profesional”.
En breve, Fariña tendrá novedades sobre el alcance de sus descubrimientos. Su prudencia a la hora de revelar detalles de sus investigaciones se justifica en el hecho de que la ciencia no es solamente el combate lógico de las ideas sino que la ejercen personas, que tienen prejuicios. “Entonces convencerlas requiere un cúmulo de evidencias contundente. Nosotros tenemos la esperanza que las evidencias sean suficientes como para que muchos lo consideren posible”.
Para que estas investigaciones sean avaladas por la comunidad científica internacional hay que seguir un precepto metodológico y, aún si en primera instancia no se aprueba, “habrá que buscar más evidencias”. “Pero creo que esta vez tendrá un impacto mucho mayor”, dice Fariña.
Contra el paradigma aceptado hasta ahora de que la presencia humana en América data de unos 12 mil a 14 mil años ha habido algunas investigaciones también en Brasil y en Chile, pero no han sido aceptadas aún.
El equipo encabezado por Fariña está convencido que sus trabajos obligarán a revisar el paradigma de la colonización humana y “habrá que explicar esta otra presencia humana, bastante más antigua”.
Al investigador uruguayo Richard Fariña le brillan los ojos cuando afirma, entusiasmado, que tiene “fundado optimismo” como para acreditar, científicamente, la presencia humana en América hace 29 mil años, evidencias que fortalecerían algunas de las teorías aún no aceptadas por los círculos académicos internacionales.
En su despacho de la facultad de Ciencias, ubicada en Montevideo, Fariña guarda decenas de huesos hallados en una zona rural, cercana a Sauce, una población del departamento de Canelones, ubicada a unos 40 kilómetros de la capital uruguaya.
Pero reserva y cuida celosamente una pequeña caja donde asegura que están las evidencias más contundentes que, por ahora no quiere publicar, pues después de recorrer todo el proceso de verificaciones y publicaciones, piensa utilizarlas como el argumento más sólido para convencer a la comunidad científica internacional.
Con su equipo de investigadores, formado por hombres y mujeres jóvenes de la facultad, el paleontólogo uruguayo explica que “desde 1997 se trabaja en el lecho de un arroyo” que, en la primavera y el verano australes se seca y permite entonces trabajar entre los meses de septiembre y marzo, aproximadamente.
“Encontramos allí un yacimiento en el que hay muchos individuos de la megafauna, cuya existencia data de 30 mil años. Hay muchos ejemplares de una especie y representantes de otras. Tres géneros diferentes de gliptodonte, un cráneo de toxodonte, cuya apariencia recuerda al hipopótamo y al rinoceronte pero no está emparentado con ellos, y decenas de huesos desperdigados”, explica.
Hay al menos un individuo de cada una de las tres especies de gliptodontes, uno por lo menos de toxodonte y puede ser que haya más. En total ya son 200 piezas colectadas, pero hay más. “Lo que hicimos fue descubrir todo para tener una imagen de conjunto. De acuerdo a disposición de los huesos se sabrá si murieron de muerte natural, allí o en otro lado y fueron arrastrados por la corriente, o fueron cazados por alguien”.
Fariña explica que si los huesos hubieran sido depositados ahí por la corriente de agua estarían de determinada dirección, pero están dispuestos de manera más caótica.
El paradigma de la colonización
Pero lo más llamativo e importante, según Fariña, es que “muchos de esos huesos tienen marcas que, en un primer estudio, no se descarta que sean producidos por herramientas humanas. Y algunos fragmentos que alientan el optimismo”, agrega. Pero enseguida se contiene y aclara: “Por ahora es lo que puedo decir. No quiero decir antes lo que debo decir después”.
La evidencia de huesos con algunas marcas ya fue publicada y “se supone que son marcas de origen humano, por las características de su morfología, por el tipo de sección o la orientación o disposición del hueso”. Se está investigando también para saber qué tipo de herramienta fue usada, si punzante, cortante u otra.
“¡Este es el hallazgo de mi vida!”, dice Fariña y explica que su trabajo es vocacional y en él invierte su vida y hasta dinero propio.
“Por suerte mi esposa también es paleontóloga y entiende. En casa hablamos del trabajo y en el trabajo, a veces, estamos hablando de cuestiones familiares de manera que se borran los límites entre la vida personal y la profesional”.
En breve, Fariña tendrá novedades sobre el alcance de sus descubrimientos. Su prudencia a la hora de revelar detalles de sus investigaciones se justifica en el hecho de que la ciencia no es solamente el combate lógico de las ideas sino que la ejercen personas, que tienen prejuicios. “Entonces convencerlas requiere un cúmulo de evidencias contundente. Nosotros tenemos la esperanza que las evidencias sean suficientes como para que muchos lo consideren posible”.
Para que estas investigaciones sean avaladas por la comunidad científica internacional hay que seguir un precepto metodológico y, aún si en primera instancia no se aprueba, “habrá que buscar más evidencias”. “Pero creo que esta vez tendrá un impacto mucho mayor”, dice Fariña.
Contra el paradigma aceptado hasta ahora de que la presencia humana en América data de unos 12 mil a 14 mil años ha habido algunas investigaciones también en Brasil y en Chile, pero no han sido aceptadas aún.
El equipo encabezado por Fariña está convencido que sus trabajos obligarán a revisar el paradigma de la colonización humana y “habrá que explicar esta otra presencia humana, bastante más antigua”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario