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martes, 3 de mayo de 2011

Rezago educativo y abusos, “plaga” en niños jornaleros

Pese a existir un plan especial de educación, hay deserción y el sistema multigrado complica la enseñanza. Los menores también enfrentan el mal pago por su labor
EXPLOTACIÓN. En Morelos, alrededor de 300 niños de familias jornaleras han dejado la escuela para dedicarse al campo (Foto: )
Martes 03 de mayo de 2011 Arturo Vega | El Universal



estados@eluniversal.com.mx
CUERNAVACA
Cerca de 300 niños, de 7 a 15 años, de familias jornaleras han dejado la escuela para dedicarse al trabajo y contribuir con los gastos en casa en Morelos, donde la opción es afilar un machete y sumergirse en el corte de caña.
A partir del cuarto grado de primaria comienza la deserción por parte de niños que se preparan para el ciclo de zafra. Son las mujeres quienes se mantienen al menos un año más estudiando, pues tendrán que optar por cuidar a sus hijos más adelante.
El sistema de los programas de educación básica exclusivos para hijos de familias jornaleras es un reto para ellos, pues obliga a acelerar el ritmo de aprendizaje de los niños que cada cinco o seis meses emigran a otro estado.
El desafío del programa educativo —que a partir de 2010 abrió primero y segundo grado de secundaria— es captar al mayor número de menores, ya que sólo 43% de los que terminan la primaria ingresan a este nivel.
En el ciclo escolar 2011-2012 se estima que de 21 niños de secundaria en Morelos, se gradúen al menos 14.
El programa para hijos de jornaleros enfrenta no sólo el problema de la deserción. Además, su sistema es multigrado, es decir, los maestros atienden entre dos o más niveles en un solo salón, y a esto se le suma que un numeroso grupo de niños sólo habla su lengua materna, lo que complica la comunicación con sus instructores.
En México existen al menos 450 mil familias jornaleras agrícolas que año con año recorren la República mexicana siguiendo los ciclos productivos de zafra y hortalizas.
Cobertura del Pronim
El Programa de Educación Primaria para Niños y Niñas Migrantes (Pronim) atiende a este sector de la sociedad desde hace 30 años en 15 entidades del país: Baja California, Baja California Sur, Colima, Durango, Hidalgo, Jalisco, Morelos, Nayarit, Nuevo León, Puebla, Oaxaca, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora y Veracruz.
Cuernavaca, Morelos, cuenta con nueve centros preescolares, 12 escuelas primarias y tres secundarias que pertenecen a Pronim, que son atendidas por 44 docentes, quienes no tienen plaza y reciben un estimulo económico de 4 mil pesos mensuales.
En entrevista con EL UNIVERSAL, la coordinadora del programa en Morelos, Fany Marisol Rodríguez Bonilla, señala que la característica de las escuelas es que en cada aula se atiende a diferentes grupos al mismo tiempo.
“Los maestros tienen capacitación para atender a grupos multigrado y también unitarios, se enfrentan con bastantes limitantes, pero tienen capacidad. Estar en este programa es un servicio fuerte, hay que sensibilizarnos ante esta población vulnerable, hablar del campo es hablar de gente que genera recursos y que a pesar de que existe analfabetismo entre los padres quieren que sus hijos estudien”.
Gerardo es un joven de 16 años y forma parte de los 33 millones de personas mayores de 15 años en rezago educativo, ya que sólo estudió la primaria porque, afirma, “no era bueno para la escuela”. Sin embargo, desde chico tuvo que aportar dinero a su casa. Ahora desea regresar al salón de clases para “ser alguien en la vida”.
Explotación
Roberto Bermúdez, sociólogo rural de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), asegura que en el país existen alrededor de 5 millones de niños que trabajan y al menos 1.3 millones no reciben salario. “En el campo es donde están peor pagados, por debajo de 24% del salario nacional. Con esas condiciones poder acceder a la educación no es fácil, porque primero hay que comer”. Aunado al trabajo infantil y al complicado acceso a la educación, las condiciones de vida de las familias jornaleras son deplorables.
Las Galeras, ubicada en Tlaltizapan, Morelos, es una comunidad donde viven cerca de mil familias jornaleras, en su mayoría provenientes de Guerrero.
A cada familia se les asignan dos cuartos de estrechas dimensiones y su salario varía dependiendo la cantidad de caña que logren cortar. Si trabajan 12 horas continuas, a la semana lograrán juntar de mil a dos mil pesos que se irán en los gastos para mantener a una familia de cinco a ocho personas.
Nicolás Díaz ha pasado 12 años, de sus 48 de edad, en el corte de caña. Él afirma que antes trabajar en el campo era mejor pagado; ahora cada montón de caña se lo pagan a 10 pesos. Él es uno de los padres que desearon que sus dos hijos tuvieran estudios, sin embargo, sólo pudieron terminar tercer y quinto año de primaria.
Para Roberto Bermúdez, la educación en el campo debería ser una prioridad, pero “desgraciadamente no es así, la infraestructura es mala, muchas veces sólo tienen un salón y ahí están de primero a sexto con un solo maestro que viene caminando desde bien lejos y llega y atiende a uno, les deja tarea y atiende a otro y es una revoltura que obviamente tiene defectos en la calidad de educación”.
De 100% de los menores de edad que crecen en el campo, sólo 10% llega a estudiar mínimo la primaria. “Es importante que se eleven los niveles educativos, pero no con los errores de siempre, como en las comunidades que no tienen luz y les mandan pizarrones electrónicos. De qué le sirve a la escuela rural eso. Para mucha gente parece más una burla, habría que ver las prioridades, se necesita presupuesto para recursos y calidad, las condiciones en que trabajan los limitan mucho”, dice.
A pesar de los señalamientos que hace el sociólogo de la UNAM, el docente Homero Bonilla quien imparte clases multigrado y quien en su aula cuenta con enciclomedia y computadora, asegura que los niños aprenden rápido y se acoplan a las Tecnologías de la Información y Comunicación (TICs).
Homero Bonilla afirma que el sistema de educación en Pronim les permite enseñar a los niños contenidos esenciales, “de tal manera que rescatamos en cinco y seis meses los contenidos para que el niño pueda enfrentarse a cualquier escuela que llegue cada que emigre”.
Necesario, clases bilingües
Contrario a esto, un ex profesor del Programa de Educación Primaria para Niños y Niñas Migrantes, quien pidió mantenerse en el anonimato, asegura que el método es obsoleto ya que en su caso impartía clases a cuatro grados diferentes en un salón y no contaba con las denominadas TICs. Aunado a eso, sus alumnos hablaban dos tipos de náhuatl, lo cual dificultaba la comunicación. “Se supone que debemos hacer que el niño interactúe, que exponga sus ideas y sí lo hacen, pero en náhuatl. Entonces cómo lo iba a evaluar, cómo iba a saber que se estaba expresando de la manera correcta.
“Me entienden las instrucciones, pero cuando les leo un texto no entienden todas las palabras. Pienso que deberían tener una educación bilingüe. Lo difícil es el número de lenguas que hay. En Baja California hay casos en los que en un mismo salón se hablan 16, aparte del castellano”, dice.
El profesor asegura que si las clases fueran bilingües el desempeño de los niños sería mejor. “Si tú recibes instrucciones en tu lengua vas a entender de mejor manera. Para comprender un texto se les hace pesado, porque no entienden todas las palabras”.
Explica que al momento de impartir una clase tenía que detenerse para explicarles cada palabra que no entendían. “Eso retrasaba el proceso de aprendizaje que de por sí es corto”.
Afirma que los libros de texto gratuito no son lo suficientemente adecuados para la preparación a nivel primaria. “En los libros se les pide a los niños que pidan asesoría a sus padres para realizar una tarea sobre los tipos de medios de comunicación que existen, como si los papás hubieran estudiado o supieran contestar la pregunta”.
De acuerdo con la Reforma Integral de Educación Básica (RIEB), uno de los objetivos fundamentales en educación es perfeccionar la calidad en este rubro, para que los estudiantes mejoren tanto su nivel de logro educativo, cuenten con medios para tener acceso a un mayor bienestar y contribuyan al desarrollo social.
Pero la inestabilidad económica los aísla de una educación de calidad y los traslada a trabajar.
Así, niños y adolescentes comienzan a “madurar” alejados de una educación básica, a pesar del esfuerzo de maestros y coordinadores del Pronim que ofrece de cinco a seis meses de estudio. “Nosotros tenemos que enseñarles algo que utilicen, si no lo utilizan en su vida diaria no les servirá, hay que ser prácticos porque el tiempo es corto, debe ser calidad y no cantidad”, afirma la profesora Laura Santamaría.

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