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Lunes 09 de mayo de 2011 Guillermo Cárdenas Guzmán | El Universal
guicardenas@hotmail.com
“Supongo que aquel mosquito de Juba me miró y pensó que era un bar con barra libre”. Así recordó el actor estadounidense George Clooney el drama peliculesco que vivió en enero pasado en Sudán, África, cuando contrajo malaria durante una visita para hacer activismo político. El protagonista de la cinta Up in the air tenía motivos para bromear, pues ya en dos ocasiones ha sobrevivido a esta enfermedad infecciosa, hoy extendida por 108 países.
“Con medicación adecuada, la enfermedad más letal de África puede quedar reducida a 10 días malos en lugar de una sentencia de muerte”, alardeó el actor. Pero millones de habitantes de zonas tropicales ahí y en Latinomérica, que son las más vulnerables a la malaria o paludismo, no pueden decir lo mismo, ya que muchas veces no tienen los recursos ni el acceso oportuno a los servicios sanitarios para enfrentarla.
Por ello, investigadores en todo el mundo ya prueban una nueva forma de prevenir la expansión de este mal: la manipulación genética del mosquito transmisor. Con ello se busca, como lo muestra el trabajo de Mónica González Lázaro y Fidel de la Cruz, del Centro de Investigación y Estudios Avanzados (Cinvestav), reducir la eficacia de transmisión del parásito causante.
En colaboración con científicos de la Universidad Johns Hopkins en EU, la estudiante de doctorado y su asesor en el Departamento de Infectómica y Patogénesis Molecular de ese centro descubrieron que al “silenciar” una molécula en el sistema de defensas del mosquito transmisor Anopheles se redujo en más de 62.5% la proliferación del parásito Plasmodium y, por tanto, la eficacia de su propagación.
Genes “silenciados”
Antes de picar, el mosquito Anopheles escupe a su víctima y es precisamente a través de esta acción que transmite al Plasmodium. Por ello, si se abate la proliferación de éste también se reducirían los niveles de contagio en la población, explicó De la Cruz. “Es tan complicado el ciclo de vida del parásito de la malaria que es muy difícil controlarlo al cien por ciento, por eso se tienen que reunir todas las medidas posibles para combatirlo”, añadió.
Como un agricultor que aplica herbicida contra la maleza, los académicos del Cinvestav utilizaron una herramienta conocida como "silenciamiento" de genes: introdujeron sustancias bioquímicas para inhibir la producción de la proteína Scavenger en el sistema inmunitario de un grupo de mosquitos Anopheles. Luego los alimentaron con sangre humana infectada por el Plasmodium y observaron que la cantidad de estos microorganismos disminuyó en el monto señalado.
Una línea similar explora un equipo de investigadores del Imperial College en Londres y la Universidad de Washington, en Seattle. En un trabajo difundido en abril pasado en la revista Nature, ellos introdujeron a grandes poblaciones de Anopheles macho un gen verde fluorescente como marcador, con el cual pudieron rastrear cambios genéticos.
Luego dejaron que estos mosquitos se mezclaran libremente al azar con hembras de otro grupo menos numeroso de la misma variedad. Estos últimos insectos habían sido modificados genéticamente para impedir, a través de una enzima, la expresión del mencionado gen verde fluorescente de rastreo. Al cabo de 12 generaciones observaron que el porcentaje de Anopheles con dicho rasgo disminuyó de 99 hasta casi 50%.
Esta estrategia permitirá desarrollar un control biológico más focalizado que no afectará a otras especies de mosquito muy cercanas” (a las que producen la malaria), expresó Nikolai Windbichler, uno de los autores del novedoso experimento.
guicardenas@hotmail.com
“Supongo que aquel mosquito de Juba me miró y pensó que era un bar con barra libre”. Así recordó el actor estadounidense George Clooney el drama peliculesco que vivió en enero pasado en Sudán, África, cuando contrajo malaria durante una visita para hacer activismo político. El protagonista de la cinta Up in the air tenía motivos para bromear, pues ya en dos ocasiones ha sobrevivido a esta enfermedad infecciosa, hoy extendida por 108 países.
“Con medicación adecuada, la enfermedad más letal de África puede quedar reducida a 10 días malos en lugar de una sentencia de muerte”, alardeó el actor. Pero millones de habitantes de zonas tropicales ahí y en Latinomérica, que son las más vulnerables a la malaria o paludismo, no pueden decir lo mismo, ya que muchas veces no tienen los recursos ni el acceso oportuno a los servicios sanitarios para enfrentarla.
Por ello, investigadores en todo el mundo ya prueban una nueva forma de prevenir la expansión de este mal: la manipulación genética del mosquito transmisor. Con ello se busca, como lo muestra el trabajo de Mónica González Lázaro y Fidel de la Cruz, del Centro de Investigación y Estudios Avanzados (Cinvestav), reducir la eficacia de transmisión del parásito causante.
En colaboración con científicos de la Universidad Johns Hopkins en EU, la estudiante de doctorado y su asesor en el Departamento de Infectómica y Patogénesis Molecular de ese centro descubrieron que al “silenciar” una molécula en el sistema de defensas del mosquito transmisor Anopheles se redujo en más de 62.5% la proliferación del parásito Plasmodium y, por tanto, la eficacia de su propagación.
Genes “silenciados”
Antes de picar, el mosquito Anopheles escupe a su víctima y es precisamente a través de esta acción que transmite al Plasmodium. Por ello, si se abate la proliferación de éste también se reducirían los niveles de contagio en la población, explicó De la Cruz. “Es tan complicado el ciclo de vida del parásito de la malaria que es muy difícil controlarlo al cien por ciento, por eso se tienen que reunir todas las medidas posibles para combatirlo”, añadió.
Como un agricultor que aplica herbicida contra la maleza, los académicos del Cinvestav utilizaron una herramienta conocida como "silenciamiento" de genes: introdujeron sustancias bioquímicas para inhibir la producción de la proteína Scavenger en el sistema inmunitario de un grupo de mosquitos Anopheles. Luego los alimentaron con sangre humana infectada por el Plasmodium y observaron que la cantidad de estos microorganismos disminuyó en el monto señalado.
Una línea similar explora un equipo de investigadores del Imperial College en Londres y la Universidad de Washington, en Seattle. En un trabajo difundido en abril pasado en la revista Nature, ellos introdujeron a grandes poblaciones de Anopheles macho un gen verde fluorescente como marcador, con el cual pudieron rastrear cambios genéticos.
Luego dejaron que estos mosquitos se mezclaran libremente al azar con hembras de otro grupo menos numeroso de la misma variedad. Estos últimos insectos habían sido modificados genéticamente para impedir, a través de una enzima, la expresión del mencionado gen verde fluorescente de rastreo. Al cabo de 12 generaciones observaron que el porcentaje de Anopheles con dicho rasgo disminuyó de 99 hasta casi 50%.
Esta estrategia permitirá desarrollar un control biológico más focalizado que no afectará a otras especies de mosquito muy cercanas” (a las que producen la malaria), expresó Nikolai Windbichler, uno de los autores del novedoso experimento.
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